En la ciudad de Riga (actual capital de Letonia) del entonces Imperio Ruso, nació el 22 de enero de 1898, Sergèi Eisenstein. Muy joven se convirtió en director de teatro, actividad que le inspiró para su posterior y prolífica carrera en Cine, de la cual fue pionero en la técnica de montaje que más allá de sólo editar escenas, sirve para mostrarlas consecutivamente a servicio del argumento. Estudió ingeniería, era gran conocedor en temas de arte y hablaba de manera fluida, además de su lengua natal, el francés, inglés y alemán.
El trabajo del cineasta trascendió todo tipo de fronteras y ocupó lugar importantísimo en la creación ya que realizadores de las principales mecas del cine descubrieron, gracias a la obra de Eisenstein, los caminos para que la proyección de piezas adiovisuales se convertirtiera en un espectáculo de masas y rentable negocio para una de las más notables industrias sin chimeneas del mundo.
Los inicios de su carrera están relacionados con la Revolución
Marxista y se enlistó en el ejército rojo donde realizó montajes teatrales para
entretener a las tropas. Su primer largometraje “La Huelga” del que sólo
existía una copia, fue incautado y pudo ser distribuido hasta después de su
muerte. Gustaba de trabajar con personas que no fueran actores profesionales,
prefería no mostrar individualismo en sus piezas, sino hablar de cuestiones más
amplias, temas sociales y conflictos de clase.
El Acorazado Potemkin es considerada una obra maestra en la historia del cine mundial y quizá sea la pieza sobre la que más se ha escrito debido a el uso de experimentos técnicos como fotografías desenfocadas, pantallas reflejantes y plataformas móviles. Se usaron 1290 planos, no hay movimientos de cámara, excepto por desplazamientos conocidos como travellings, significó una auténtica revolución y marcó un antes y un después en términos de realización cinematográfica.
En 1930, tras problemas con la censura soviética, viajó a Estados Unidos para integrarse a la empresa Paramount, sin embargo no obtuvo la documentación para radicar en ese país y se trasladó a México donde fue encarcelado a su llegada, junto con otros compatriotas rusos, luego liberado gracias a un amigo español y pudo realizar el mayor número de sus trabajos cinematográficos en tierras mexicanas.
El hecho de vivir en América le valió ser un sospechoso para Stalin, de manera que algunas de sus películas fueron censuradas por temas políticos y tuvo que volver deprimido a su país.
Cintas importantísimas como ¡Qué viva México!, Iván el Terrible, El Prado de Bezhin y otras, son consideradas piezas fundamentales en su aportación teórica y práctica al cine mundial.